Sinopsis
Faetón es una persona muy privilegiada. Le ha tocado vivir en el
mejor de los tiempos, en la cúspide de la civilización. Nunca antes
la humanidad había alcanzado tan altas cotas de bienestar, poder y
libertad personal mientras que la paz y la prosperidad imperan en el
sistema solar. Además, Faetón es hijo de Helión, uno de los siete
hombres más poderosos de la Ecumene Dorada, uno de los más ricos de
la civilización más próspera.
Faetón no es feliz, pero no sabe por qué. A raíz de un
desencuentro con un maleducado desconocido Faetón empieza a ser
consciente de que no es oro todo lo que reluce. Indagando, descubre
que le faltan los recuerdos de los últimos doscientos años de su
vida, al parecer debido a un acuerdo consensuado entre toda la
sociedad, incluyéndole a él mismo. Para su perplejidad, comprueba
que en realidad es despreciado por todos, y que ha hecho algo
tan monstruoso que afecta gravemente incluso a sus seres más
queridos: por su culpa ha puesto en peligro la vida de su padre y ha
provocado que su amada esposa esté recluida de por vida en un
universo de hadas y elfos creado por ella misma.
Puesto que todo el mundo parece conocer ese acto tan infame menos él
mismo, Faetón busca respuestas, encontrándose con la resistencia de
todos los que le rodean. Pero Faetón es una persona noble y debe ser
fiel a sí mismo, y aunque firmó un contrato que le compromete a
olvidar esta parte de su vida su deber es conocer las circunstancias
en que lo hizo. Nuestro héroe se ve en la tesitura que si sigue el
dictado de sus principios y decide conocer la verdad sobre su pasado
perderá todo lo que tiene, incluyendo sus seres queridos, y se verá
desterrado para siempre de la Ecumene Dorada.
Alucinante worldbuilding
Como vemos el planteamiento de la novela se parece a una tragedia
clásica, pero antes vamos a detenernos en el punto más fuerte de la
novela que es sin duda el alucinante worldbuilding que nos
ofrece John C. Wright, el mundo del futuro que le ha tocado vivir a
nuestro héroe.
Era la víspera de la Alta
Trascendencia, un acontecimiento tan solemne y significativo que sólo
se podía celebrar cada mil años. Gentes de todo nombre e iteración,
fenotipo, composición, consciencia y neuroforma, gentes de cada
escuela y época habían acudido a celebrarla, a acoger la
transfiguración, a prepararse.
En la Era de la
Séptima Estructura Mental, 10.000 años al futuro, la
Ecumene Dorada abarca
prácticamente todo el sistema solar, el cual ha sido
modificado mediante increíbles obras de ingeniería. Júpiter es
ahora una segunda estrella que nutre las -nunca mejor dicho-
astronómicas necesidades energéticas de la humanidad. La especie
humana ha adaptado para su habitabilidad todos los confines del
sistema solar, y cuando esto no ha sido posible se ha transformado
ella misma para poder habitar los ambientes más adversos.
Estamos en un escenario postsingularidad,
unas inmensas inteligencias artificiales llamadas sofotecs (de la raiz griega Sophos=sabiduría),
conviven con la humanidad y la asisten sin interferir en la libertad
de cada individuo. La organización de la Ecumene Dorada se compone
del consejo de los siete Pares, el colegio de los Exhortadores (que
aboga por el aspecto ético o altruista), la Curia (la magistratura,
que solo interviene en los raros casos en que no se consigue un
acuerdo privado con la mediación de las sofotecs) y... un único
soldado, en permanente estado de hibernación excepto cuando es
requerido. El autor nos está mostrando una anarquía tecnológica de
corte liberal, una anarquía en la que como es obvio las instancias
más poderosas tendrán mucho más que decir que el resto, y en la
que se deja a los individuos absoluta capacidad de decisión sobre sí
mismos (lo cual puede dar lugar a situaciones muy crueles).
Pero lo que de verdad nos permitirá descubrir la sociedad futura que
Wright ha creado es el periplo de nuestro protagonista. A través de
la percepción de Faetón, en su búsqueda de respuestas, los lugares
que visita y los personajes que trata lo que nos permite conocer con
todo lujo de detalles la fabulosa Ecumene Dorada. Creo que habrá
pocos párrafos en que el autor no muestre algún aspecto
cienciaficcional, alguna tecnología, construcción,
institución social novedosa o bien alguna situación fantástica. A
eso me refiero cuando describía esta obra en una anterior entrada
como muy intensa.
Wright nos recuerda en todo momento lo que significa vivir en la
sociedad futura que ha creado, ofreciendo continuos detalles, buena
parte de ellos consistentes; es decir, que no son meramente estéticos
sino muchos de ellos cobran sentido dentro de la trama. Es aquí
donde radica su genio. Un ejemplo: cuando se menciona la Séptima
Estructura Mental, implica que ha habido otras seis estructuras
a lo largo de la historia de la humanidad. Más adelante nos indica
que la nuestra era sería la Segunda y lo que conocemos como
prehistoria seria la Primera. Es decir, un recurso para sugerirnos la
gran distancia que nos separa de la humanidad que presenta, tanto
temporal como evolutivamente. Detalles como éste le dan una gran
riqueza especulativa al texto.
En un universo como este las inteligencias artificiales campan a sus
anchas. Humanos convertidos en seres virtuales, y viceversa,
entidades o simulaciones convertidas en ciudadanos. Seres humanos que
presentan todo tipo de modificaciones, para aumentar sus capacidades
cognitivas, reprimir sentimientos, o bien para potenciar el aspecto
intuitivo. Algunos han renunciado a su individualidad en favor de una
mente colmena. En este mundo uno puede expedir copias de sí mismo y
en un momento dado estas copias pueden llegar a emanciparse, es
decir, ser reconocidas legalmente como ciudadanos de la Ecumene
Dorada.
En cuanto a otros aspectos
cienciaficcionales
sorprende que, a pesar de ser una novela tan atrevida conceptualmente
el autor tiende a ser bastante
respetuoso, hard
para entendernos; por ejemplo con las limitaciones del viaje
interplanetario. Otros aspectos científicos incluyen algunos
supermateriales, como el crisadamantium.
Un
amigo comenta que
podrían pertenecer a
lo que se ha teorizado como la
isla de la estabilidad
en
la tabla periódica de los
elementos. La nanotecnología
e ingeniería genética por supuesto también
están presentes, aunque la mayoría de las veces se dan por
sentadas. Un aspecto destacable es que la moneda
la medida de la riqueza en esta sociedad es la posesión de tiempo de
computación. Lógico, como diría Mr. Spock.
Utopia y distopía en La edad de oro
Estamos ante una civilización que ha conseguido desterrar a los
Cuatro Jinetes. Es decir, estamos ante una situación utópica. Una
utopía con un reverso, como descubrirá nuestro amigo Faetón si
persiste en su noble intento de conocer la verdad. En la Ecumene
Dorada hay disensión, hay quien no está de acuerdo con la ideología
dominante. Existen pequeños grupos marginados; o bien otros que han
renunciado a sus beneficios, por ejemplo a la inmortalidad,
revirtiendo los cambios que impiden a sus organismos envejecer.
Además el borde exterior del sistema solar, de donde proviene el
impresionante ser neptuniano (básicamente una montaña transparente
que contiene varios cerebros refrigerados para aumentar su capacidad
de procesamiento y muchas patas) que le revela a Faetón sus lagunas
de memoria, escapa al control de las sofotecs.
Como ya hemos visto en otras obras, parece ser que utopía y distopía
van cogidas de la mano; por lo menos mientras la humanidad sea, pues
eso, humana. La diferencia radica, como podrá comprobar Faetón en
su propia carne materia, en el significado de estar
dentro -los que obtienen ventajas de las reglas establecidas- o
estar fuera; o lo que es lo mismo, expresado de una manera que
nos resultará más familiar, la diferencia entre estar arriba
o estar abajo.
Los personajes
Así, en el centro de una
multitud bullanguera y jovial de telepresencias, maniquíes y
personas reales con trajes brillantes, y con las cien altas ventanas
de la Sala de Presencia pobladas por el fulgor de futuros monótonos,
y con mil canales que lo acribillaban con mensajes, requerimientos e
invitaciones, Faetón comprendió que estaba totalmente solo.
Cuando uno empieza The Golden Age lo primero que asombra es el
dramatis personae que nos proporciona el autor. Acto seguido
uno se pregunta: ¿Cómo se puede hacer una novela con... esto?
Sorry, It's in English! |
En realidad la respuesta es sencilla: la mayoría de personajes están
al servicio del worldbuilding, son una parte más del
fantástico universo que nos describe. A través de ellos, de su
descripción y de su comportamiento, se nos va mostrando el ethos,
la complejidad y la riqueza del mundo creado. Los personajes muestran
las alteraciones, cambios, diversidad y diferenciación a la que ha
llegado la especie humana; a la vez que la extravagancia, opulencia y
excentricidad propias de una civilización altamente refinada. Están
bien descritos, algunos más y otros menos conforme su papel en la
función. Por ejemplo el padre de Faetón es tratado con más detalle
que el resto. No tiene sentido profundizar en los personajes, por lo
menos en el sentido clásico del término, es decir, en su carácter.
Sí lo tiene en cambio describir su neuroforma.
Exceptuando a Faetón, claro.
Faetón Primo Radamanto Humodificado (realce) Incompuesto,
Indepconsciencia, Neuroforma Básica, Escuela Señorial Gris Plata,
Era 7043 (“Nuevo Despertar”)
Faetón es un héroe clásico, de cuna noble y de nobles
sentimientos, inmerso en una tragedia que pondrá a prueba su valor y
su voluntad. En realidad es un
entidad bioquímica autoconsciente de lo más normal.
Si exceptuamos su afición por la telepresencia, su Escuela, los Gris
Plata, son gente tirando a conservadora y les gusta ser fieles a lo
que ellos consideran como la
realidad. Por ejemplo,
los Gris Plata incluso se permiten el lujo de sentir dolor real
cuando la situación lo requiere. Además, les gusta llevar
un modo de vida acorde con
el estilo de vida victoriano que han decidido adoptar.
Ordenaron a Radamanto que les
sirviera té en el jardín. Faetón se puso un traje de época:
cuello rígido, larga levita negra. Dafne llevaba un vestido
eduardiano color borgoña, lo cual realzaba su tez, y un sombrero de
paja de alas angostas del que colgaba un completo lazo. Faetón
perdonó ese pequeño anacronismo, pues ella estaba muy bonita.
Bebieron en tazas de
porcelana fina, y mordisquearon tartas servidas en bandejas de plata.
Faetón sospechó que el sabor simulado del té y los bizcochos era
mejor que el de los originales.
Faetón es un joven semidiós que sólo tiene unos mil años de vida.
Tiene capacidad de mediatizar todo lo que le rodea mediante realidad
aumentada (o disminuida, según como se mire), trasladarse donde
quiera virtualmente o por telepresencia, y entrar en diversos estados
de consciencia virtuales y oníricos. Es prácticamente inmortal y
huelga decir que puede archivar sus recuerdos fuera de su cerebro, y
una o varias copias de seguridad, por lo que pueda pasar. Además
posee sentidos aumentados a voluntad, física y virtualmente, por
ejemplo puede saborear delicias imposibles de reproducir en la
naturaleza, y puede incluso mediar y reprimir sus sentimientos y
pulsiones humanas cuando es necesario.
La narración
John C. Wright se salta a la torera la
regla de oro de la narrativa no
muestres, sugiere; pero por contrapartida lo que nos está mostrando es maravilla pura. Pero esto tiene un
precio: quizás la principal crítica es que el ritmo de la
novela se resiente a causa del excesivo tratamiento del
worldbuilding. Esto es algo que, si bien uno se queda
maravillado página tras página, te encuentras ante un libro que no
es una lectura fluida. Ésta es una lección que Rajaniemi ha
aplicado en El Ladrón Cuántico.
Además esta sobreabundancia de datos produce confusión, en cuanto
al ritmo narrativo y también en algunos momentos sobre la situación
real de nuestro protagonista: uno duda si está, por decirlo
así, de cuerpo presente, mediante telepresencia o sólo de
forma virtual. Sobre el desarrollo del tiempo en la trama, creo que
la mayoría de la acción sucede en unas horas, o unos pocos días a
lo sumo. Igual que antes esto es bueno y malo a la vez: por una parte
te produce una sensación de vértigo muy conveniente con la visión
futurista que se desea mostrar y por otra como lector te deja
descolocado.
Sin embargo, a parte de estos detalles, se puede decir que la trama
en The Golden Age no deja de estar bien estructurada. Además de las
continuas maravillas que nos va mostrando (junto con algún que otro
deux ex machina), Wright sabe producir giros que mantienen el
interés. En algún momento el universo que nos
muestra da lugar a situaciones hilarantes. Por ejemplo, cuando
nuestro protagonista tiene un encuentro con el ser neptuniano, y se
pasan unas cuantas páginas describiendo como, para desesperación de
Faetón, se tantean el uno al otro intentando establecer un marco
común de comunicación.
- ¿Puedes ser más conciso?
(…)
- Muy bien. Mi cliente dice:
Yo (envía, como apéndice, un tratado sobre el significado de la
palabra yo, y un compendio bibliográfico sobre sus experiencias
vitales y sus cambios en la percepción del yo, con el objeto de
definir este término ante ti) te (postula una pregunta subjuntiva
solicitando que, si no fueras el individuo que él considera que
eres, todo esto se deposite en una cadena de memoria secundaria y se
considere como una operación no real similar a una
pseudoamnesia; también requiere una confirmación sellada y
autenticada en su memorando registrado, documentando
que tú iniciaste el contacto sin su requerimiento) saludo (también
ofrece comentarios laterales sobre la historia y naturaleza de los
saludos, las implicaciones de aquello que significa en este contexto,
incluidas las implicaciones legales de infringir la prohibición que
le impide establecer contacto contigo).
Como ya he
comentado antes Faetón es un personaje noble que deberá hacer
elecciones muy difíciles, conflictos que enfrentarán
su honor con la lealtad hacia quienes le rodean e incluso al precio
de trágicas consecuencias para sus seres más queridos. Es decir un
planteamiento en toda regla de tragedia al estilo de la Grecia clásica, que
incluso posee connotaciones edípicas. Por que de eso va novela,
imita la cúspide del arte y la civilización, como la Grecia clásica
o la época victoriana, de una sociedad inmensamente rica donde impera el
refinamiento y el (buen) gusto, pero también la ostentación y la
extravagancia. Esta influencia de lo clásico
también se refleja en los nombres de los personajes.
Supongo que por deformación profesional del autor en alguna que otra
ocasión la novela también recuerda una trama de abogados (por
cierto los abogados son un signo claro de civilización, y de
decadencia también). Si queréis ver qué pasa cuando uno puede
permitirse requerir a Monomarchos, una de las más poderosas
sofotecs, para que actúe como su abogado aunque sea por un breve
espacio de tiempo:
- Faetón, quizá no seas
consciente de que ya has gastado las diez mil horas de tiempo
informático que pagaste en mi cuenta. El interés acumulado en la
cuenta temporal ha producido otros cuarenta y cinco segundos de
tiempo mental, el cual estoy obligado a dedicar a tus asuntos;
después quedaré en libertad y no aceptaré más contratos tuyos. Ya
he deducido un método para permitirte prevalecer, pero usaré otro
método, y alcanzaré otro resultado, según desees tan sólo
prevalecer en este caso, o alcanzar aquellas metas que la versión
más vieja de ti, la versión que olvidas, la versión que me
fabricó, prefería. Escoge. Te quedan treinta segundos.
Una rápida deliberación y por supuesto Monomarchos... gana. Me
gustaría haber mostrado alguna cita más pero como podéis ver su
extensión -y la de esta misma reseña- me lo impide.
El estilo de Wright es correcto. Tiende a la floritura y a las
descripciones barrocas, en consonancia con la sociedad que nos quiere
mostrar. Los diálogos están bien hechos: corteses, educados, con
fórmulas arcaicas, propios de la élite sofisticada en la
que se mueve Faetón.
Ya hemos comentado
que la novela está enfocada en torno al punto de vista de
Faetón (narrador omnipotente en tercera persona, centrada en el
protagonista). Este hecho, de que el único personaje
sea el propio Faetón y que por lo tanto nos muestra su punto de
vista subjetivo, el autor evita caer en el trampa del solipsismo,
el manido puede que todo esté
pasando dentro de mi cabeza.
Aunque llega
el momento en que
el autor nos lleva a otro tema también muy tratado,
que supongo que de obligada
mención
en un momento u otro de la novela: el significado de ser humano. Al
respecto yo
diría que todos los personajes de esta novela lo son (exceptuando
las sofotecs), considerando todas las variantes, al fin y al cabo los
mueven las mismas pulsiones que a nosotros. Lo que está claro es que
en la novela no hay ningún homo
sapiens.
Un poco más de pretensiones
filosóficas y quizás estaríamos hablando de una obra de culto. O
puede que no. Es de agradecer que el autor no se entretenga en
disgresiones de este tipo, por que aun se resentiría más el ritmo
de la novela. El trasfondo filosófico es
inherente, por supuesto, como veremos en el próximo apartado, pero
en este caso el autor lo supedita totalmente a la trama y deja que
sea el lector quien decida si quiere reflexionar sobre ello.
Influencias, influencias...
Se ha dicho que la novela posee influencias de la ciencia ficción
clásica, es decir de La edad de oro de la ciencia ficción. No lo
discuto, sobretodo en el componente de space opera,
actualizado a la corriente actual, es decir a
lo que se ha llamado new
space opera. También es
innegable que pertenece a la ciencia ficción social o especulativa,
es decir que trata de cómo la tecnología afecta a la sociedad
humana. La apuesta de Wright es fuerte en este sentido.
En realidad yo creo que es mucho más que eso. La fórmula de Wright
es que saca sinergias importantes construidas, si se me permite la
paráfrasis, sobre hombros de gigantes. En pocas palabras, nos ofrece
una mezcla muy equilibrada de todo
lo que se ha tratado en anticipación informática durante las
dos décadas anteriores, desde Neuromante y el ciberpunk hasta
principios de siglo. Podemos ver temas tratados por William Gibson,
Bruce Sterling, Greg Egan, Robert Sawyer, Greg Bear, Dan Simmons,
Vernon Vinge y me dejo unos cuantos...
Al respecto, debo comentar que Luis García Prado, el editor de la
novela en nuestro país, destaca la novela Cismatrix de Bruce
Sterling (que no he leído) como una influencia directa a esta obra.
A la pila pues.
En el trasfondo filosófico vemos muchos de los postulados de la
corriente transhumanista. La edad de oro supura transhumanismo
por todas partes, desde sus postulados sobre la superación de las
limitaciones humanas, sus debates (sobre la identidad, genética,
etc.) e incluso los argumentos de sus detractores (por ejemplo los
ciudadanos que reniegan de su inmortalidad).
En resumen, sin descubrir nada nuevo Wright nos proporciona un
enfoque novedoso, comprensivo. El mérito es ofrecerlo en una
combinación única, coherente y sobretodo, que nos hace evocar un
gran sentido de la maravilla. Una mezcla de muchos elementos de
trabajos anteriores, junto con un trasfondo transhumanista, todo esto
agitado y fijado con la argamasa de su propia imaginación. Un
ejemplo perfecto de novela que no puede escribirse sin el rico acervo
que proporciona la ciencia ficción desde sus inicios hasta nuestros
días.
En su momento, coincidiendo con el inicio del nuevo siglo, se dijo
que parecía una cúspide del género. Por un tiempo, claro. Por
descontado no íbamos a creer esa tontería de la muerte de la
ciencia ficción. Digamos que es un punto y seguido, a lo sumo un
punto y a parte. Nos esperan nuevas maravillas, nuevos temas y nuevas
iteraciones (ahí está El ladrón cuántico). Nuevos mundos
por crear, nuevas aportaciones a partir de nuevos descubrimientos
científicos...
El legado: controversia
Me ha sorprendido que en algunas listas anglosajonas de renombre no
se mencione esta novela. Quizás sólo sea una opinión personal pero
creo que se ha ganado un papel en la historia del género. Podría
tratarse de una simple cuestión de gustos o bien por algunas
controversias en las que se ha visto envuelto el autor, que también
es todo un personaje, por opiniones manifestadas en su blog.
Hasta hace unos años John C.
Wright se definía a si mismo como un ateo racional. Sin embargo, una
experiencia vital cambió radicalmente su forma de ver la religión
hasta el punto que hace poco
se ha convertido al
Catolicismo (si tenéis curiosidad, podéis leer
esto). Hasta aquí todo
correcto. El caso es que sus creencias le han llevado a mantener
algunas
polémicas dentro del fandom
en las que ha sido acusado de homófobo. Me da la impresión -por los
comentarios vistos en
la red- que esto le pasa
factura (recordemos que hace poco Orson Scott Card se ha visto
envuelto en una polémica parecida con
el resultado del
llamamiento a un boicot a la película de El
juego de Ender). En
fin, una lástima.
Valoración
En espera de las sorpresas que pueda reparar la lectura del resto de
la trilogía, a los amigos que ya la hayáis leído y que por tanto
jugáis con ventaja: espero no haber metido la pata. De momento
quedan en la pila pendientes. Me gustará leerlas, y a pesar de que
La edad de oro termina en lo que se conoce como un
cliffhanger, de momento prefiero cambiar de registro,
dedicarme a otras lecturas y a nuevos autores...
Si esta novela sobrevive la criba del tiempo puede convertirse en un
gran clásico, pero también puede pasar que dentro de 20 o 30 años,
cuando todas estas nuevas tecnologías ya no lo sean tanto, su
planteamiento esté superado. Entonces, con suerte será valorada
como una buena obra retrofuturista. Por otra parte, quienes valoren
esta novela desde el aspecto literario les merecerá poca
consideración, mi valoración está más orientada hacia el aspecto
cienciaficcional. En este sentido le doy un 9.
En fin, no sé si esta entrada ha cumplido su objetivo de mostrar la
novela y aportar algunas cosas que no se habían dicho antes.
Agradeceré vuestros comentarios, críticos o no al respecto.
Próxima reseña: Dark Eden de Chris Beckett.
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