THE WORD FOR THE BLOG IS SCIENTIFICTION

domingo, 16 de junio de 2013

Mareando la perdiz con los subgéneros: The Quantum Thief y obras afines


Recién terminada The Quantum Thief de Hannu Rajaniemi le estoy dando vueltas a la siguiente pregunta: ¿Qué clase de ciencia ficción he estado leyendo?

Me explico: esta lectura me produce una sensación peculiar. Se trata de una intuición, claro, no de algo sobre lo que haya meditado. Ni tan sólo sé explicarlo en este mismo momento. Por algún motivo esta novela me resulta familiar pero a la vez también me ha parecido una lectura diferente, distinta a las demás.

Vamos a pensarlo un poco, pues. ¿Qué tiene de particular The Quantum Thief? Por ejemplo, su intensidad especulativa. En cada página, podríamos decir que casi en cada párrafo uno puede encontrar elementos cienciaficcionales. Conforme avanza la narración no deja de sorprender e incluso en algún momento tanto sentido de la maravilla consigue contagiarte una sensación de euforia. Además, la novela también asombra por la radicalidad de su argumento, tan atrevido que le lleva a pensar a uno “¡La madre que...!” (la madre de Hannu, se entiende).

Lo que me está rondando por la cabeza es el tema de los subgéneros. Bien, primero debería encontrar obras afines. Que yo recuerde sólo estas dos me han transmitido una experiencia similar, ambas leídas hace ya algún tiempo: The Golden Age, de John C. Wright y Diaspora de Greg Egan. No sé de otras obras parecidas, posiblemente debido a mi limitada experiencia lectora, aunque seguro se quedan en el tintero algunos relatos. Está claro que podría tener en cuenta obras de otros autores, maestros como Peter F. Hamilton o el recientemente malogrado Iain Banks pero por decirlo de alguna forma -y sólo en este sentido- se quedan a medio camino.


Las obras mencionadas tienen elementos en común: la narración se sitúa en un futuro distante en el que la barrera entre lo humano y lo informático (hardware/software) es absolutamente permeable. Además, como ya he comentado antes se trata de novelas intensas, muy atrevidas, en las que se nos muestra una humanidad que ha cambiado de tal forma que los personajes ya no son como nosotros. Para entendernos, no se trata sólo de cambiar una espada de acero por una espada láser. La espada ha cambiado, cierto, digamos que es una espada fotónica muy chula; pero también lo ha hecho la mano que la empuña. Ya no es humana, o por lo menos ya no es como la nuestra: puede que sea una mano virtual, puede que esté construida de átomos artificiales...

Se me ocurre un nombre para este tipo de obras: ciencia ficción radical. Es decir, yo lo definiría como especulaciones científicas llevadas hasta sus últimas consecuencias. La verdad es que me encanta esta definición. Y creo que encaja perfectamente con lo que quiero mostrar. 

Por desgracia mi gozo dura menos que un sudoku a Mr. Spock. Una búsqueda por la red me indica que la definición ya está tomada, curiosamente con un significado muy diferente al que yo le habría atribuido. Parece ser que cuando se menciona ciencia ficción radical se entiende aquella que posee connotaciones de crítica política del sistema. Por ejemplo la ciencia ficción marxista o feminista.

Será mejor seguir buscando. Otra definición que podría encajar es ciencia ficción transhumanista. Puesto que en estas obras se cuestiona el mismo sentido de lo humano creo que ésta podría ser una buena etiqueta.

El transhumanismo es una corriente de pensamiento filosófica y científica que trasciende el género que estamos tratando aquí. Aunque no se le considera su precursor, el término fue acuñado por el biólogo Julian Huxley, hermano del famoso escritor de Un mundo feliz, una obra que pensándolo bien podría considerarse una novela transhumanista (mmm... esto me da mala espina). Dicho de manera muy simplista, este movimiento defiende el uso de la tecnología en el desarrollo de la especie humana, tanto en cuanto a la mejora de nuestras capacidades y limitaciones como en la corrección de los aspectos de nuestra naturaleza considerados indeseables. El ideal transhumanista empezó predominantemente en clave genética y ha evolucionado acorde con los cambios científicos, sobretodo a partir del advenimiento de la sociedad de la información, incorporando nuevas disciplinas como la informática y la nanotecnología.

Para mi sorpresa compruebo que las obras de ciencia ficción que se incluyen dentro de esta categoría son... ¡todas! Estoy exagerando, pero lo cierto es que me quedo perplejo por la cantidad de obras se pueden considerar transhumanistas. Podéis ver un ejemplo de lo que me refiero aquí. Ya sé que la lista es discutible ¡Si sale hasta Dan Brown!, pero no lo suficiente como para no cercionarme que el rasero del transhumanismo es bastante más amplio que las obras que estoy tratando aquí.

Podría continuar elucubrando pero visto el éxito de mi empresa mejor será probar un enfoque más conservador: creo que necesito una relectura. Empiezo con de The Golden Age y a las pocas páginas Blast! aparece la solución a mi dilema: lo estoy planteando de una manera errónea. Acostumbra a pasar cuando te basas en tu intuición, corres el peligro de quedarte en las apariencias. En resumen, descubro cuánto le debe The Quantum Thief a la obra de Wright. Sin quitarle méritos propios -sin duda los tiene- pienso que cualquiera que haya leído las dos se dará cuenta de que hay unas cuantas similitudes (compruebo que es una influencia que el mismo Rajaniemi reconoce). 


Evidentemente sólo se trataba de un mero ejercicio, una reflexión compartida en el blog. Se impone la Navaja de Occam: creo que estaremos de acuerdo en afirmar que estas dos novelas son algo así como una space opera enriquecida, pero space opera al fin y al cabo. Quizás en The Golden Age tambíen podríamos añadir la etiqueta de mi amada ciencia ficción especulativa. Por tanto las diferencias con los mencionados Hamilton y Banks podría decirse que se trata solamente de una cuestión temática o de grado.

Entonces, ¿Qué hacemos con Egan? No, no me olvidaba de él. Lo que pasa es que releyendo el primer capítulo de Diáspora me doy cuenta que Egan es de otra pasta. Está claro que lo suyo no es space opera. Egan es hard... y algo más. Creo que de la misma manera que se dice que el jazz es música para músicos se puede afirmar que Egan es ciencia ficción para científicos. Es más, sin conocer a fondo de su obra, apostaría que este hombre pertenece al selectísimo club de los que han fundado un subgénero propio (no me preguntéis el nombre que ya he tenido bastante por hoy).

Una cosa más, por si no se había notado las tres novelas me parecen muy recomendables. El ladrón cuántico ha sido editada recientemente por Alamut. La Edad de Oro y Diáspora también se pueden encontrar en español, por Bibliópolis y Grupo AJEC respectivamente. Sólo objetar que ninguna de estas ediciones está disponible en formato ebook.

En fin, una flor no hace primavera, ni un par de novelas hacen un subgénero. Aunque pensándolo bien, después de todo es posible que Diáspora (1997) y The Golden Age (2002) también tengan algo que ver. Lo cuento en mi próxima entrada.

Siguiente entrada en este blog: The Golden Age de John C. Wright y su alucinante worldbuilding.


 

2 comentarios:

  1. Casualmente, en la Feria del Libro de Madrid que acaba de terminar me he pasado dos semanas largas definiendo ante los curiosos _El ladrón cuántico_ como una novela de cf transhumanista de la misma especie que _La edad de oro_. Por desgracia, muy pocos lectores conocen esta última, así que no parece que haya sido una comparación muy útil para orientar a los interesados; pero me ha alegrado leer que, para quienes conocen ambas obras, la sensación de que pertenecen a la misma familia es evidente.

    Una sugerencia: en mi opinión, esta forma de cf es nieta de _Cismatrix_ de Bruce Sterling.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Subgéneros aparte, para mi está claro que ambas novelas entran de lleno en el ideario transhumanista. Como comentas, leyéndolas seguidas, me sorprendió las similitudes que encontré entre las dos.

      También coincido que "La edad de oro" no está lo suficientemente valorada, tanto en nuestro país como en el mundo anglosajón. Sorprende que en algunas listas tienda a obviarse "La edad de oro" y en cambio "El ladrón cuántico" entre por la puerta grande.

      Sobre "La edad de oro" tengo algunas ideas que quiero exponer en mi próxima entrada, y también -creo- algunas razones por las que es ignorada (razones extraliterarias, me temo).

      Sobre Cismatrix, tomo nota. Lamentablemente de ésta sabía el título y poca cosa más, quizás por el hecho que Bruce Sterling es un autor que "me cuesta".

      Gracias por comentar y aprovecho para felicitarte por tu labor como editor.

      Eliminar