Cuando
Saraswasti Callicot despertó en el planeta Capella Two se sentía algo
desorientada. No era para
menos: su último recuerdo consciente databa de nueve años antes, o lo que es lo
mismo, a nueve años luz de distancia, en el instante en que fue descompuesta en
bits de información y enviada en un haz de fotones a otro sistema solar, donde
fue vuelta a recomponer molécula a molécula. Estamos pues ante una versión
actualizada y más plausible de una idea que ya tiene bastantes años en la
ciencia ficción: el teletransporte. Solo debemos rememorar el jauntear del imprescindible clásico Las estrellas mi destino (1956) de Alfred
Bester, o el Beam me up, Scotty! de
la popular Star Trek. Pero esto
es solo un aperitivo de las maravillas que nos reserva Carolyn Ives Gilman en
su novela Dark Orbit.
Al poco de materializarse en el planeta, una
mega-corporación le ofrecerá a nuestra amiga Sara una proposición que no podrá
rechazar: formar parte de una expedición a un planeta habitable recién
descubierto, situado a unos 80 años luz (por supuesto mediante otro transporte lumínico,
esta vez con destino a una nave exploradora automatizada enviada siglos antes).
En la misión coincidirá de forma nada casual con Thora Lassiter, la otra
protagonista de la novela, quien deja atrás un pasado digamos que problemático (problemático a nivel planetario). Una vez alcanzado su destino la expedicion descubrirá que el planeta posee una peculiar vida alienígena -algo único en el espacio conocido-, y que esconde un montón de
sorpresas que no voy a desvelar aquí (para los impacientes, algunas se indican en la contraportada del libro).
Lo que sí puedo anticipar es que es una novela
repleta de ideas, algunas realmente brillantes, que puede satisfacer al lector
más hambriento de sense of wonder.
Además la autora hace un excelente trabajo de worldbuilding. Pero como suele ocurrir este es precisamente el
principal defecto de la
novela. Una sobredosis de buenas ideas que es muy bienvenida
pero que a su vez deberían conformar una coherencia de conjunto y no es el caso.
El guion no hace aguas ni mucho menos, de hecho es bastante correcto, pero no
consigue convertir la novela a un nivel acorde con las grandes ideas que se nos
está ofreciendo. En otras palabras, como literatura de ideas es sobresaliente,
pero como narración es simplemente cumplidora. Le falta un hervor en la
coherencia de la historia contada. Los personajes en
cambio los encuentro correctos, una vez materializados son de carne y hueso; al respecto yo pienso que ayuda mucho el detallado y bien concebido componente social que nos ofrece la autora.
Otro tema destacable es que la autora no se
limita a exponer ideas científicas, sino que también se atreve con otras formas
de conocimiento, es decir, con algunas disciplinas humanistas y otras que
incluso podríamos calificar como místicas. El conjunto es una hábil mezcla basada en la premisa de que la ciencia no es la única forma de conocimiento posible. Por ejemplo, la mencionada Thora
Lassiter es una sensualista, una disciplina que sostiene que se puede
comprender el mundo a través del estudio y del perfeccionamiento sensorial. En
algún aspecto concreto, por el concepto del planeta investigado y la discusión tácita sobre papel de la ciencia, me ha evocado la magistral Solaris de Stanislaw Lem, aunque por supuesto no se pueden establecer comparaciones
entre las dos obras.
Dark
Orbit es una novela que
te deja con ganas de más. No estoy hablando de continuaciones (que francamente no
sé si llegaría a leer), pero sí que se agradecería unas cuantas páginas de más
en las que la autora completase y perfeccionase esta visión deshilvanada del
conjunto, como si al esforzarse tanto en las ideas haya dejado otros aspectos
del libro poco explicados. Aunque desde cierto punto de vista es de
agradecer que se pueda decir algo así de una novela porque la queja habitual es justo al contrario, que algunos autores metan paja
para aumentar el número de páginas, ya sea a petición editorial, o porque las
venden a peso, qué se yo.
En fin, yo creo que Dark Orbit es una lectura recomendable, por lo que tengo en el
punto de mira otras novelas de Carolyn Ives Gilman como futuras lecturas. Por
cierto, no encuentro nada traducido al castellano de esta autora que ha sido varias
veces finalista de los premios Hugo y
Nebula, entre otros.
Hola :) Una novela de teletransportes y exploración espacial siempre es algo que me interesa. Una pena que esas ideas tan interesantes no confluyan en una gran narración que las pueda aprovechar. Esa mezcla mística y científica me esta recordando a mi actual lectura, El ascenso de Endymion, donde Simmons divaga entre teologías, ciencia y dilemas filosóficos. Una pena que no haya nada traducido de la autora. Un abrazo^^
ResponderEliminarEl ascenso de Endymion y su predeserosa, me recuerdan lo chocante que me resultó en su momento aquello de que "el amor es una fuerza del universo". Chocante pero que a la vez es una idea que se puede considerar, en ciencia ficción todo es posible :-)
ResponderEliminarGracias por comentar.
Carlex.
Buenas tardes, soy Kike, de la publicación cultural Universo la Maga (www.universolamaga.com). Estaríamos interesados en entrevistarte, por favor escríbeme a kike@universolamaga.com
ResponderEliminarMuchas gracias y un cordial saludo
Hola! quisiera saber como contactar contigo.
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