Hace
mucho, mucho tiempo, me dio por preguntarme sobre qué temas podía tratar el
género de ciencia ficción. Recuerdo que incluso escribí una carta a la revista Gigamesh, acompañada de una propuesta de definición: mi conclusión era que los
únicos límites del género eran los de la ciencia, mientras que la ficción de
por sí no tenía límites. Si mal no recuerdo, la cuestión proseguía sobre lo que
se podía considerar ciencia o no, pero esto ya queda fuera de esta reseña.
Supongo
que hoy en día el debate de las definiciones del género ha pasado a un segundo
plano. Por mi parte, desde una perspectiva actual uno ve las cosas de un punto
de vista bastante más pragmático y mi propuesta queda como una anodinísima
aportación al cajón donde se guardan todos los intentos de definición que no
van a ninguna parte.
El
caso es que la lectura de esta novela y posterior reflexión me la ha recordado;
sobre todo en cuanto a la segunda mitad, es decir, la libertad absoluta del
autor para desarrollar su obra.
The Explorer(s)
La ambición me lleva no sólo a donde ningún
hombre ha ido antes,
sino a
donde creo que es imposible que un hombre vaya.
La
cita es de James Cook, considerado uno de los grandes exploradores de todos los
tiempos. Con ella el autor abre la novela. Smythe menciona éste y otros
pioneros y nos recuerda que frecuentemente pagaron un alto precio; basta hojear
los libros de historia para ver que muchos fracasaron o perdieron la vida (como
el mismo Cook), o ambas cosas a la vez. Por descontado tiene que ver con esta
obra, pero de una manera muy diferente a la que podáis pensar. Es una manera de
empezar la novela, y de empezar esta reseña también.